No se trata de levantar muros, sino de derribarlos ladrillo a ladrillo, prejuicio a prejuicio, obligación por obligación, dolor a dolor. Bea Sanz lo ha descubierto en este libro que avanza abriendo esas paredes, no con una bulldozer enfurecida, sino mediante un preciso martillo de palabras, un bisturí de versos en los que siempre brilla la ironía o la tristeza, o ambas cosas; porque no hay nada más divertidamente triste que saber. Y ya decía el sabio que «la experiencia es una linterna que solo sirve para iluminar el camino que ya hemos recorrido».Carlos Salem