Javier Torres
Derivar proviene, deriva, etimológicamente, del latín derivare: compuesto por la preposición ablativa de -que señala una distancia- y rivare -que se enlaza con llevar, conducir, hacer fluir-. Hallamos allí, entonces, una distancia a atravesar, por alguna razón, en un esbozo de algún tipo de empalme. Pero, ¿cuál es esa razón? ¿Resulta generalizable? Se cierne, en nuestro métier, ¿sobre el paciente?, ¿o sobre el recurso privilegiado en la Musicoterapia? ¿Se enlaza con alguna patología, diagnóstico, con un síntoma? A fin de cuentas, ¿cómo desbrozamos este tema quienes estamos ligados, de un modo u otro, a él?El asunto que nos convoca es la derivación a Musicoterapia, particularmente en el recorte que hace a la clínica de niños. No se trata de un tema sencillo, y es quizá por ello que no abunda en la bibliografía musicoterapéutica, incluso a pesar de tratarse de una cuestión central. Es, si así se puede decir, un punto que tambalea. Nos encontramos, frecuentemente, respecto a esta materia, en cierto paralelismo con el protagonista del cuento de Horacio Quiroga: A la deriva. 4